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Costa Brava; siempre por conocer

Costa Brava; siempre por conocer

Como os dijimos, la Costa Brava se divide en Baix Empordà y en Alt Empordà. Apartada de las rutas turísticas, el interior del Alt Empordà es una de las zonas más auténticas del norte de Cataluña. La tramontana, ese viento que sopla del norte, procedente de los Pirineos, ha moldeado el carácter de sus habitantes y ha dado una fuerte personalidad a esta comarca de paisajes variados, costas escapadas, viñedos y marismas. 

Su capital, Figueres, es referencia daliniana imprescindible con su Museo-Teatro de Salvador Dalí, uno de los más visitados de España, y tan interesante como los pueblos que la rodean. Si vais buscando piedras antiguas será imprescindible visitar Perelada y Vilabertan, dos pueblos con sabor medieval y si lo que se está buscando es naturaleza en estado puro la encontraremos en la sierra de la Albera donde los dólmenes y castillos históricos ponen el componente histórico en un paisaje cambiante pero siempre armónico.

Si Figueres es hoy la capital de la comarca, mucho antes y durante cuatro siglos, lo fue Castelló de Empúries, una localidad estratégica que conserva un gran patrimonio cultural, como su basílica y varios edificios góticos. Podremos viajar a su pasado medieval paseando por el centro histórico, entre plazas porticadas y palacios. También Palau-Saverdera os da la oportunidad de conocer un pueblo típicamente ampurdanés, de esos de postal, donde el color de la piedra domina sobre cualquier otro y se conservan algunos edificios de arquitectura popular de los siglos XVII y XVIII.

Otro pueblo que merece una visita en este recorrido, empujados por la tramontana es Vilajuïga, un curioso nombre para un pueblo de aire rural al pie de la sierra de Rodes. Vilajuïga está presidido por la iglesia de Sant Feliu, que en realidad es una antigua sinagoga de época medieval reconvertida en templo católico, lo que ya nos está diciendo mucho de la historia de una comarca en la que convivieron durante mucho tiempo diferentes culturas y credos.

En este viaje tenéis que visitar el monasterio de Sant Pere de Rodes. Tiene un emplazamiento increíble, en un lugar estratégico que domina toda la península del Cap de Creus y es el máximo exponente del arte románico en muchísimos kilómetros a la redonda y os sentiréis como en juego de tronos. 

Muy cerca de Cap de Creus está El Port de la Selva que conserva mucho de pueblo marinero con sus casitas blancas cubiertas de tejas rojas. Al llegar, lo mejor es acercarse directamente al Moll d’en Balleu, desde donde se contempla la pequeña bahía delimitada por el pequeño Cap del Vol y la Punta de la Creu. 

Aunque hoy el principal motor económico local es el turismo, la pesca sigue siendo una de las señas de identidad de El Port de la Selva. A la subasta diaria de la lonja del pescado solo acceden profesionales autorizados, pero los visitantes pueden verla tras una barandilla de la propia lonja. Es espectacular (y casi indescifrable) ver cómo enormes cubos de fresquisimas anchoas, gambas y todo tipo de pescado de palangre son vendidos a velocidades que a menudo escapan a la retina de cualquier persona.

Más allá del puerto pesquero se encuentra el puerto deportivo, desde donde parten embarcaciones que realizan una pequeña travesía hasta el Cap de Creus. Si hace buen tiempo, hay que aprovechar la oportunidad de ver esta sinuosa costa desde el mar.

Y de nuevo hacia el interior del Empordà seguiremos encontrando pueblos muy cuidados, como Garriguella, también presidido por una iglesia de los siglos XVIII y XIX o Santa Eulàlia de Noves, que conserva los restos de un antiguo templo prerrománico del siglo XI. En los alrededores los viñedos comienzan a dominar el paisaje, entre algunos pinares y encinares que aún se conservan.

También en este viaje visitar L’Escala, Roses, Peralada, Sant Llorenç de la Muga y Empúries. En cuanto a hoteles os podemos recomendar dos; Vistabella en Roses, Palau Macelli en Castelló de Empúeries.